Se trata de una malformación tanto urinaria como genital definida por dos elementos: un defecto ventral de la uretra y una incurvación ventral del pene; ambos elementos pueden comportar grados muy diversos.
El meato urinario no se localiza al final del glande, sino en algún punto entre éste y el perineo. La gravedad de la malformación depende precisamente de la localización del meato: más distal (más cerca del glande, por tanto más leve) o más proximal (más cerca de la base del pene y por tanto más grave).
El hipospadias va a impedir al niño realizar una micción normal y la incurvación asociada dificultará las relaciones sexuales en el futuro, por lo que debe ser operado. Esta patología se interviene generalmente a partir de los dos años de edad. En ocasiones se precisa una estimulación hormonal previa a la cirugía para facilitar la intervención. Es importante tener en cuenta a la hora de la reparación tanto el aspecto funcional como el estético.